Alba Cabrera muestra la exposición Infinito, de Eva Armisén, donde la autora, más internacional que nunca, actualmente está exponiendo también en Melbourne, Australia y Singapur, propone un recorrido por sus emociones, sus experiencias, su intimidad y nos conmueve con la ternura y la alegría que expresan sus obras.
“La pintora Eva Armisén (Zaragoza, 1969), indica Eva Piquer, autora del texto de la muestra, sabe que el mundo tiende a perder los colores, pero no se resigna a ello: sus personajes siempre sonríen. Sabe también que los adultos conservamos en algún lugar el niño que fuimos, por eso guiña el ojo a la niña que lleva dentro. Y nos regala un universo imaginario que ojalá existiera, una obra fresca, directa y sincera que nos conecta por la vía rápida con nuestro yo más auténtico, con lo que somos cuando caen las máscaras.
Los cuadros de Eva nacen de ideas que se concretan en palabras y que se integran en la escena sin querer molestar: no tienen la relevancia de un título ni la discreción excesiva de una nota a pie de página. Estas palabras forman parte del paisaje final, a veces por partida doble: en bruto y en neto. Porque la artista nos muestra el resultado pero también el proceso de creatción de la obra. Nos enseña las capas del vestido para dar a entender que no tiene nada que ocultar. Se desnuda y nos desnuda. Tanto tú como yo como las figuras de lápiz o pincel somos seres en construcción que avanzamos a base de aciertos y errores. Que acumulamos dudas y deseos. Que nos nutrimos de belleza para hacer frente a los miedos”.
“Protagonizadas a menudo por su alter ego en dos dimensiones, las pinturas de Eva Armisén se hacen querer. Nos empujan a sacar afuera la mejor versión de nosotros. Nos invitan a leer la poesía camuflada en los pequeños recortes de vida, a fijarnos en la flor que crece contra el asfalto. Nos despiertan el orgullo de ser mujeres, tan frágiles como todos y más fuertes que nadie. Nos animan a columpiarnos hasta tocar el cielo y volver. Nos ayudan a separar el grano de la paja. Nos contagian alegría y ganas de sonreír, aunque sea por lo bajín”, concluye Eva Piquer.